\r\n Un domingo a finales de noviembre, el Paseo Colón y la Avenida Segunda de San José descansan de la congestión vehicular, y del ruido y contaminación que esta trae, para dar lugar a la quietud de una estampa costumbrista propia de un siglo atrás, a otros sonidos y a otros olores; se trata del Desfile de Boyeros de San José.
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\r\n Se diría que al público aglomerado a cada extremo de las anchas calles, no le hizo falta nacer en la primera mitad del siglo XIX, cuando el boyeo y la carreta alcanzaron gran popularidad ante el auge cafetalero. Tampoco fue necesario crecer escuchando el inconfundible traqueteo en las piedras del camino, ni ver con frecuencia sus hermosos y coloridos diseños, para sentir fascinación y una vinculación inmediata con esta imagen.
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\r\n Tal vez esto se deba a lo que representa; un pasado plácido y rural, así como a un campesino trabajador, absolutamente ligado la tierra, algo poco frecuente en las generaciones actuales. El caso es que un desfile de carretas, con sus bueyes y boyero, es algo que conecta con los valores más positivos de la identidad costarricense, así sea en el punto más urbano del país.
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\r\n “El tema es un imán que atrae el corazón, es esa parte que nos identifica con el ser costarricense profundo”, afirmó Cecilia Dobles Trejos, una de las tres antropólogas autoras del libro "Boyeros, bueyes y carretas por la senda del patrimonio intangible". Mediante esa exhaustiva investigación, Costa Rica sustentó la candidatura ante la UNESCO para optar por la declaratoria de esta tradición como “Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad”.
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\r\n Más información: Ministerio de Cultura y Juventud – Costa Rica
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