\r\n Escondido a plena vista, en el mercado de San Ramón, en un pequeño espacio atiborrado de pedazos de cuero, herramientas, bolsos, fajas y dos máquinas de coser, trabaja Miguel Esquivel Fernández.
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\r\n Don Miguel, de 84 años de edad, inició en esta actividad desde los 10 años de edad, por una casualidad, pues su familia se dedicaba a la labor agrícola. Sin embargo, la pobreza fue -según dice-, la que lo llevó a descubrir su don, porque la falta de herramientas y la necesidad de trabajo, los condujeron a buscar la forma de suplir sus propias necesidades y fue así como él y sus hermanos empezaron a confeccionar las cubiertas de machetes y otros implementos que necesitaban para trabajar.
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\r\n Su mayor afición es la elaboración de monturas, pero esta es un área de trabajo que se ha visto afectada por la inclusión de productos extranjeros en el mercado costarricense y por la poca área de trabajo de que dispone en su taller, pues según dijo, para elaborar este tipo de objetos de gran tamaño, se requiere un amplio espacio. No obstante, con orgullo este vecino de Santiago de San Ramón asegura que la talabartería es la que le ha dado de comer toda su vida, la que le permitió sacar adelante a su familia y llevar a la adultez a dos hijas.
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\r\n Hace unos días, el Centro José Figueres conmemoró el Día Nacional del Artesano brindándole una distinción a Esquivel Fernández, de forma que su dedicación en este oficio, por cerca de 74 años, sea visible, principalmente en su comunidad: San Ramón de Alajuela.
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\r\n “Para esta efeméride quisimos buscar una figura representativa del pueblo. En el caso de Don Miguel, tiene muchísimos años de ser talabartero, ha realizado su labor muy calladamente, pasando prácticamente inadvertido, a pesar de estar en un sitio tan céntrico y transitado. Podríamos decir que él es de los últimos talabarteros; inclusive tomando en cuenta la región de Guanacaste, donde este oficio era muy común. La talabartería se ha perdido por la importación de sillas de montar y aperos, además porque la actividad ganadera, en general, ha pasado a un segundo plano. Actualmente, el uso de los aperos es casi solo para topes, pero antes el caballo era el medio de transporte más usado, sobre todo en las zonas rurales. Todos estos cambios socioeconómicos y comerciales han ido disminuyendo a la talabartería y a otros oficios artesanales”, analizó Fernando González, antropólogo y director del Centro Cultural e Histórico José Figueres.
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\r\n “Don Miguel es de esas personas tan apegadas a su oficio que no deja que se muera; incluso busca alternativas en objetos más pequeños como monturas para souvenirs, fajas y otros para continuar con su cariño por el tratamiento del cuero. Eso es lo que queremos reconocer en él; su persistencia y apego a este oficio”, concluyó el director.
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\r\n Más información: Prensa Ministerio de Cultura y Juventud – Costa Rica
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