Cuando alguien dijo que el Pase del Niño Viajero es el quinto río de la ciudad no se equivocó. Lo que corre por la céntrica calle Bolívar no es agua, sino miles de personas y cientos de carros alegóricos que se mueven de manera similar a la corriente del Machángara, Tarqui, Tomebamba y Yanuncay.
Con el paso de los años, el Pase del Niño Viajero ha sobrepasado los límites de lo religioso y se ha armonizado coordinadamente con lo cultural. Eso se evidencia en la cantidad de fieles que asisten y que fácilmente superan los 80,000, sin contar los cerca de 400 carros alegóricos que participan.
Pero la cantidad de gente que recorre la calle Bolívar entre San Sebastián y el Parque Calderón no es el único elemento que resalta. Esta es una tradición heredada desde hace varias generaciones y que ha logrado sincronizar lo religioso con la cultura popular a través de danzas, música, comida y vestimentas típicas.
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