Walter Velásquez Godoy, profesor de ciencia y tecnología, lleva las clases a las casas de sus alumnos de Colcabamba en Huancavelica, Perú, por medio de Kipi, una robot que habla quechua y español, garantizando el acceso a la educación a los estudiantes de la zona durante esta época de pandemia. Compartimos la nota publicada por la agencia internacional de noticias SciDevNet:
En un remoto poblado de los Andes del Perú, un profesor de ciencia y tecnología decidió fabricar una robot que habla quechua (lengua materna de la mayoría de sus alumnos) y español para que sus estudiantes no pierdan el año escolar, debido a que las clases presenciales están suspendidas a causa de la pandemia.
En este país, de 33 millones de habitantes, solo 30 por ciento de la población tiene conexión estable a internet y grandes zonas rurales no cuentan con servicio eléctrico, por lo que muchos estudiantes no pueden seguir las clases virtuales que imparte a nivel nacional el Ministerio de Educación por radio y televisión.
“Kipi nace por la pandemia”, dijo a SciDev.Net por vía telefónica Walter Velásquez, desde Colcabamba, distrito de la región Huancavelica, a casi 3.000 metros de altura, enclavado en una de las zonas más peligrosas de los Andes peruanos por ser un corredor de tránsito del narcotráfico y algunos remanentes del grupo subversivo Sendero Luminoso.
“A la tercera semana de cuarentena yo estaba muy preocupado por mis alumnos. A algunos les había regalado radios viejas, pero sé que en las comunidades donde viven [algunas a más de 4.000 metros] no existen tiendas para que compren baterías y tampoco hay electricidad”, relató.
“Además, las madres del distrito me decían que no podían ayudar a sus hijos con las clases ‘Aprendo en Casa’ [del Ministerio de Educación] porque son analfabetas y muchas no hablan español, y algunos niños presentan autismo o habilidades diferentes”, agregó el docente.
Entonces, a un ritmo frenético, se dedicó a fabricar un robot utilizando todo lo que tenía a mano en el Centro de Creatividad de Indagación que él mismo creó, hace diez años en un intento de concitar el interés hacia los temas de ciencia y tecnología de los alumnos del colegio público Santiago Antúnez de Mayolo, donde él enseña.
Lo hizo mediante un enfoque multifuncional, donde todos aprenden de todos independientemente de la edad, calificaciones y grados.
“Quise que mi robot fuera del género femenino como homenaje a una niña que llega al colegio caminando durante casi tres horas desde su comunidad. También para resaltar el papel de las mujeres porque acá sigue habiendo mucha discriminación: al papá y a los hermanos se les sirve primero la comida, si hay que dejar el colegio se escoge a las niñas antes que, a los niños, etc. Y yo quería visionar mejor el papel de la mujer”, explicó.
Kipi, como se llama la robot, es completamente ecológica. Su mochila es un panel solar y está programada para explicar cómo convierte la energía solar en eléctrica, de acuerdo con la edad del auditorio, animándolos a construir innovaciones con materiales locales como palos y piedras. “Así los chicos van despertando su interés hacia la ciencia y tecnología”, dijo Velásquez.
Toda su parte mecánica es material reciclado. La parte electrónica ha sido construida con placas de radio, pedazos de TV, pequeñas tarjetas electrónicas, todo lo que ha podido juntar de artefactos electrónicos en desuso, y usa una tarjeta arduino —que facilita el uso ‘inteligente’ de la electrónica— para la secuencia de luces y los movimientos. Velásquez, además, le ha cargado algunas aplicaciones que permiten una mejor interacción con los estudiantes.
Con una tableta de segunda mano, los alumnos dan órdenes a Kipi, como leer poemas, textos en ambos idiomas, hacer gimnasia y reírse o ponerse triste si no cumplen, por ejemplo, con lavarse las manos en el río cercano antes de iniciar las clases. Y como los niños no tienen impresoras, ha creado ‘Kipi-libros’ donde pueden practicar las lecturas.
Debido a que las escuelas están cerradas, hasta el momento, Kipi ha impartido clases al aire libre, al pie del río y de los inmensos glaciares, en once de las 17 comunidades campesinas que conforman Colcabamba. Velásquez la lleva a lomo de mula, a caballo e incluso en llama, un camélido andino usado para transportar mercancías.
“Por el confinamiento, todos los caminos están cerrados, pero a nosotros nos dejan pasar. ‘Ahí llega Kipi y su profe, abran las tranqueras’, dicen. Voy con Kipi al hombro y en un morral llevo los Kipi-libros”, detalló.
Por ahora la escuela va a la comunidad, pero cuando las clases se reanuden Velásquez espera sistematizar estas experiencias y optimizarlas con sus alumnos del Centro de Creatividad. “Es muy difícil hacer ciencia y tecnología en una pizarra, por eso hay que ser ingeniosos, para evitar que se vayan ‘al otro lado’”, afirmó en alusión a los peligros que tientan a los jóvenes de esas zonas andinas.
Visibilización de la brecha digital
Para Johan Baldeón, profesor de la Facultad de Ingeniería de la Pontificia Universidad Católica del Perú, el esfuerzo de este profesor es muy importante y motivador para el estudiante. “Es un cambio de paradigma, son cosas que despiertan, que hacen que el estudiante vea su realidad de forma diferente, que hay cosas más allá del entorno cercano”.
Añadió que difundir iniciativas de este tipo propicia que mucha gente se anime también a potenciar lo que viene haciendo. “Creo que es el momento de buscar y encontrar esfuerzos de este tipo, para sacarlos adelante y permitir que se sigan realizando y motivar a otras personas a que también lo hagan”, agregó.
Investigador de temas relacionados con el desarrollo y aplicación de herramientas interactivas para la educación, Baldeón señaló por WhatsApp a SciDev.Net que la pandemia del nuevo coronavirus está visibilizando la brecha digital que divide a muchos pobladores dentro de un mismo país.
Y es enfático al decir que la brecha digital es una forma de discriminación que no se soluciona solo con entrega de equipos o conectividad.
“Tiene que ver también con las competencias digitales, es decir, docentes adecuadamente preparados, padres de familia capaces de acompañar a sus hijos en las tareas educativas, y un buen sistema de evaluación”, porque de lo contrario “el esfuerzo se diluye, no se podrán conseguir los objetivos esperados”, puntualizó.
Fuente: SciDevNet
Crédito de la imagen: cortesía de Walter Velásquez para SciDev.Net.