Compartimos esta nota, publicada por la agencia internacional de noticias SciDev.Net, en la cual se habla sobre la sostenibilidad alimentaria a nivel mundial y el informe de la CEPAL sobre las cifras que anuncian una crisis económica para toda la región, un análisis que parte de la actual pandemia, y se proyecta a un corto y mediano plazo.
La pandemia del coronavirus está demostrando la fragilidad de los sistemas alimentarios globales, al haber interrumpido las cadenas de suministros de alimentos en varios países, tanto interna como externamente.
Pero a largo plazo la pandemia agravará la situación alimentaria global, pues aumentará las desigualdades sociales y la vulnerabilidad de las poblaciones más pobres, poniendo en evidencia no solo la fragilidad de los sistemas sanitarios sino también de los de producción, comercio y distribución de alimentos en el mundo, señalan diversos expertos.
Un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) lanzado el 3 de abril advierte que la pobreza en la región podría aumentar 3,5 puntos porcentuales y la pobreza extrema 2,3 “si los efectos del Covid-19 llevan a la pérdida de ingresos del 5 por ciento de la población económicamente activa”.
El informe insta a los gobiernos de la región a tomar medidas para asegurar las cadenas de suministro de bienes críticos, promover una migración voluntaria, no forzada; aliviar la pobreza y fomentar la reducción de la desigualdad, y fortalecer el comercio intrarregional y las cadenas de producción, entre otras medidas.
Precisamente, varios de esos componentes han sido identificados por un equipo de especialistas internacionales como obstáculos para lograr la sostenibilidad global del sistema alimentario si no se toman medidas adecuadas.
Los investigadores, del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) y de las universidades Johns Hopkins y Denver de los Estados Unidos, seleccionaron 12 indicadores para construir un mapa global de la sostenibilidad del sistema alimentario, en un intento de conocer cuáles son sus verdaderos impulsores, sin lo cual resulta muy difícil diseñar políticas y estrategias adecuadas.
El estudio está dirigido fundamentalmente a los formuladores de políticas, con el fin de ayudarlos a entender la dinámica que rige los sistemas alimentarios.
“La pandemia nos está mostrando no solo la necesidad de rever los sistemas de producción sino revalorizar los mercados de cercanía no solo por la reducción en el transporte sino por los lazos creados entre productores y consumidores”. Javier Souza Casadinho, docente de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires.
Con dos mil millones de personas con carencias alimentarias y 820 millones de personas desnutridas, lograr un sistema alimentario global sostenible es uno de los grandes desafíos mundiales y la pandemia del Covid-19 lo está poniendo en evidencia.
Los investigadores se basaron en un trabajo que publicaron con anterioridad (noviembre 2019) en Nature Scientific Data, que incluía un análisis de la sostenibilidad alimentaria de 97 países de bajos, medianos y altos ingresos económicos, 18 de ellos de América Latina.
Ese estudio demostró que los países de altos ingresos tienden a tener un mayor nivel de sostenibilidad del sistema alimentario, a pesar de toda la comida chatarra que consumen, en comparación a los países de bajos ingresos.
Esos hallazgos impulsaron a los autores a indagar qué impulsa esos diferentes niveles de sostenibilidad y qué se puede hacer para mejorar la situación.
Además de los indicadores tradicionales como condiciones ambientales y seguridad nutricional y alimentaria, en el nuevo estudio incluyeron otros, relacionados con aspectos sociales y económicos.
Después compilaron series de indicadores relacionados con cambios en dinámicas consideradas clave en los últimos 15 años (crecimiento demográfico, urbanización, comercio, inversiones, cambios en el uso de la tierra, cambio climático), y buscaron las correlaciones existentes entre ambos grupos.
El aumento del comercio internacional de alimentos apareció así como el principal impulsor de la sostenibilidad global del sistema alimentario, según los resultados publicados en PlosOne.
Otros factores, como el crecimiento de la población, la urbanización, las migraciones del campo a la ciudad, las modificaciones en el estilo de vida que incluyen la mayor incorporación de la mujer al trabajo rentado, y cambios en el uso del suelo, aparecieron más bien como obstáculos o impulsores negativos.
“Algunos opinan que las principales conclusiones de nuestro estudio son la identificación de tres transiciones demográficas (urbanización, crecimiento de la población y cambio en el estilo de vida) como factores clave de la insostenibilidad de nuestros sistemas alimentarios; y esto es correcto”, dice a SciDev.Net Christophe Béné del Programa de Análisis y Decisiones Políticas del CIAT.
“Para nosotros, en cambio, los principales resultados son los «no resultados» del análisis”, agrega, y explica que algunos otros factores que ya se ha demostrado que tienen efectos negativos en el sector -como el cambio climático- “no parecen tener todavía un impacto en el sistema alimentario”.
El papel del comercio
Aunque Béné no cree que el comercio sea la panacea para la seguridad alimentaria o el alivio de la pobreza, sí cree que se deben desterrar algunos preconceptos y simplificaciones.
“En algunos casos tiene más sentido importar determinados productos alimenticios que sería muy difícil o muy perjudicial para el ambiente cultivar en un país, mientras que en otro puede lograrse fácilmente, por ejemplo, por tener mayor disponibilidad de agua”, afirma.
Javier Souza Casadinho, docente de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires no cree que el incremento en los flujos de comercio mundial de alimentos sea un indicador de sostenibilidad.
“En general el incremento se hace sobre cultivos específicos, aspecto que implica a su vez una tendencia a los monocultivos, que por ser insostenibles implican el uso de plaguicidas y fertilizantes”, señala a SciDev.Net.
“Además lleva a la reducción de los cultivos para alimentación debido a la ampliación de la superficie de monocultivos. Y privilegian no solo los cultivos con más demanda, sino las variedades que más se comercializan, por ejemplo maíz o tomates de determinada clase, con la consiguiente pérdida de variedades locales y la reducción drástica de diversidad de los agroecosistemas”, advierte.
También sostiene que el incremento de los flujos de comercio lleva a mayor utilización de combustibles fósiles y con ellos al efecto invernadero y al cambio climático.
“La pandemia nos está mostrando no solo la necesidad de rever los sistemas de producción sino revalorizar los mercados de cercanía no solo por la reducción en el transporte sino por los lazos creados entre productores y consumidores”, destaca Souza, que también preside la Red de acción en Plaguicidas y sus Alternativas para América Latina.
El informe de la Cepal advierte que los efectos del COVID-19 “agravan las ya débiles perspectivas del comercio exterior de América Latina y el Caribe”, incluyendo la importación y exportación de alimentos.
Yolanda Trápaga, investigadora de posgrado en economía de la Universidad Nacional Autónoma de México, señala que el mercado mundial redujo el sector agrícola latinoamericano a commodities.
“Eso es un error, porque ha marginado de la producción correcta de alimentos a la población y destruido ecosistemas enteros; por ejemplo, la pampa argentina destinada sólo al cultivo de soja (soya)”, comenta a SciDev.Net.
Ella es muy crítica del informe de la Cepal porque “es un mal diagnóstico y lo que busca es volver a formas del comercio que fueron muy dañinas para la región”.
Nuevas oportunidades para América Latina
Según Diego Ramilo, director del Centro de Investigación y Desarrollo Tecnológico para la Agricultura Familiar en Buenos Aires, para conocer los verdaderos impulsores de la sostenibilidad de los sistemas alimentarios hace falta poner la lupa en los territorios y en cada una de las cadenas productivas.
En el caso del sector hortícola argentino, por ejemplo, considera que “hay muchos elementos que tendrían un alto impacto en la sostenibilidad de posibilitarse modificaciones en las políticas públicas, relacionadas con el acceso a la tierra, a la vivienda, a los servicios esenciales, sobre todo energía y riego, maquinaria y créditos”. Steven Prager, coautor de la investigación sobre sistemas alimentarios, y también investigador del CIAT cree que “la oportunidad para América Latina sería aprovechar las condiciones meteorológicas y climáticas favorables, cuando sea posible”.
Asimismo, “hacer hincapié en la intensificación sostenible de los principales productos básicos del sistema alimentario, mantener mejor la biodiversidad existente y desarrollar políticas económicas más favorables al comercio regional con el mercado mundial”.
Pero señala que las altas tasas de urbanización en América Latina, la baja productividad laboral y los bajos ingresos representan un desafío.
Su análisis coincide con el de la Cepal, que prevé un aumento del desempleo, de la informalidad laboral (que ya es altísima en la región: 53 por ciento), del acceso a la salud y de las desigualdades, incluyendo la desigualdad de género, como resultado de la pandemia.
El organismo destaca que, debido a los efectos directos e indirectos de la pandemia en la región, es muy probable que las actuales tasas de pobreza extrema (11,0 por ciento) y pobreza (30,3 por ciento) aumenten aún más en el corto plazo. Sus efectos sobre la seguridad alimentaria aún están por verse.
Escrito por: Claudia Mazzeo , Martín de Ambrosio
Crédito de la imagen: Curt Carnemark / Banco Mundial [CC BY-NC-ND 2.0].