Un grupo de estudiantes pasa al frente a dar una lección sobre hierbas medicinales y remedios naturales en un aula donde se dictan clases de lengua aymara. Llevan consigo ramitas de ruda, de chachacoma y de lampaya, y las muestran hablando en ese idioma, que fue de los collas y de otros pueblos andinos que habitaron las tierras de Bolivia y Perú. Pero como el idioma aymara es mucho más que palabras y sonidos, la clase termina con una degustación de papas y ajíes.
“La lengua sin la cultura no es lengua, y la cultura sin la lengua no es cultura”, dice Sonia Siñani, la profesora, que viste una amplia pollera, una mantilla clara y un sombrero al estilo tradicional de las cholas paceñas.
El renacimiento de la lengua aymara viene desde 2012, cuando Bolivia, reconvertido en un Estado Plurinacional, dictó su Ley General de Derechos y Políticas Lingüísticas. Allí, entre otras cosas, se ordena “recuperar, vitalizar, revitalizar y desarrollar los idiomas oficiales en riesgo de extinción, estableciendo acciones para su uso en todas las instancias del Estado Plurinacional de Bolivia”.
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