Cada 29 de abril, el mundo se une para celebrar el Día Internacional de la Danza, una fecha que nos invita a honrar la universalidad de esta expresión artística y su profundo arraigo en el patrimonio cultural inmaterial. Además de la habilidad y la belleza estética, la danza incluye historias, transmite emociones y representa la identidad de pueblos, convirtiéndose en un legado vivo que se transmite de generación en generación.
Desde los rituales que invocan la fertilidad de la tierra con movimientos rítmicos, hasta las danzas tradicionales que narran la historia y las costumbres de una comunidad, la danza es un vehículo poderoso de transmisión cultural. Pensemos en bailes como el Torito Pinto en Guatemala, El Salvador o Nicaragua, con sus giros y colores que nos hablan de fiestas y tradiciones. O imaginemos la alegría del Punto Guanacasteco en Costa Rica, donde los movimientos y los gritos nos muestran la energía de su gente. También podemos ver el Baile de los Gigantes, con sus figuras grandes que representan historias del pasado. Observemos la vitalidad de las danzas andinas, cuyos movimientos y vestimentas coloridas reflejan la conexión profunda con la naturaleza.
Estas expresiones dancísticas son manifestaciones vivas del patrimonio inmaterial. La práctica de los pasos, la música que los acompaña, la vestimenta y el contexto en el que se desarrollan son elementos de una identidad cultural que se preserva y se renueva a través de la práctica sostenida. es una manera de conocer el mundo a través del cuerpo. La danza es una sabiduría que se aprende moviéndose, se comparte en grupo y se festeja como comunidad.
En este Día Internacional de la Danza, reconozcamos el invaluable papel de bailarines, coreógrafos, maestros y comunidades que mantienen viva esta herencia inmaterial. Apoyemos la transmisión de estas tradiciones a las nuevas generaciones, fomentemos la investigación y la documentación de las diversas formas de danza y celebremos la capacidad del movimiento para conectar a las personas, unir fronteras y enriquecer nuestro patrimonio cultural. Porque cada vez que alguien baila, se siente un pedacito de la historia viva de la humanidad.