Cuando se asoman los corneteros, cerrando el desfile de la murga, la foto es urgente. Pero hay que tener cuidado con la espuma, sacar rápido el celular del bolsillo y volver a guardarlo antes de que un gurí travieso lo tape de espuma. Porque en el corso barrial, formalmente llamado “Corso popular Matecito”, se juega con espuma y rezongar es en vano, mejor —por lejos— es sumarse al juego.
Ese tosco y bocón instrumento que amplifica el tarareo, forma parte de los corsos desde 1938 cuando lo introdujo a su agrupación el director de la Murga Los Vacantes. Desde entonces, su fabricación y utilización han sido transmitidas oralmente, de generación en generación.
La corneta murguera, así como los corsos populares “Matecito”, se encuentran incluidos dentro del inventario del Patrimonio Cultural Inmaterial (PCI) de la República Argentina, realizado por Secretaría de Cultura de la Nación.
Màs información: Mirador entre ríos